jueves, 8 de octubre de 2009

La filosofía del bonsai

Tratar de explicar el trasfondo del bonsái, supone intentar hacer comprensible una situación que incluso reputados orientales presentan de modo controvertido. Sería injusto penetrar en una realidad filosófica religiosa tan compleja como la Japonesa a base de esquemas comprensibles y aceptables por parte de los occidentales. Hacerlo sería como tratar de medir el universo con un metro. Sin embargo, si queremos comprender a fondo el bonsai, debemos esforzarnos en captar la realidad que va más allá del objeto.
Ante todo, hemos de darnos cuenta de que el bonsai como otra forma de arte, sólo podría desarrollarse en un determinado país (Japón), donde existen las bases estéticas, filosóficas y religiosas adecuadas; el gusto por lo refinado en la simplicidad; el shintoismo (religión, filosófica, creencia nacional), cuya esencia más profunda permanece ligada a la comunidad con la naturaleza y el espiritualismo Zen, que han introducido el Wabi y Sabi, concepto fundamentales que junto al Kami forma la conducción en la que se inspira el arte del bonsai.
Kami que también se puede traducir por “divinidad” se define, en relación a los bonsai como espíritu, fuerza interior de las cosas, de los objetos creados por el hombre, de los acontecimientos naturales y también; como es obvio, de las plantas ya que éstas pueden ser fuente de inspiración casi religiosa y condicionante en la vida de los hombres.
Wabi puede reconducirse para los occidentales, hacia el concepto franciscano de la vida, al sentido del bienestar y satisfacción interior que podemos hallar al meditar en la grandeza de las manifestaciones naturales. Wabi expresa asimismo un concepto de modestia frente a la naturaleza, de aceptación de los acontecimientos naturales. Se trata de un concepto que aunque no coloca al hombre en el centro del universo, le hace sentir parte de un plan universal.
Sabi es en cambio, el placer de poseer, cuidar, amar cosas que el tiempo y el hombre han transformado, concepto en el que descansa el camino del paso del tiempo, de los elementos naturales que lo han moldeado y del trabajo y pensamiento de los hombres que lo han poseído anteriormente.
Pienso que, si una forma de amar y cuidar las plantas, tan extraña a la cultura occidental, se ha abierto camino en un mundo en el que el consumismo se acepta como filosofía de la vida, debe existir algunas razones para que haya sucedido así. Esta razón puede estar determinada por una postura de rechazo hacia un tipo de relación cada vez más mediatizada y artificial entre el hombre y la naturaleza.
En un mundo que corre cada vez más aprisa, cultivar bonsai puede enseñar que la impaciencia es a menudo el fracaso, y que los fenómeno naturales como la sequía, la lluvia, la nieve, el hielo forman aún parte de nuestra vida cotidiana y que pueden contradecir nuestros deseos.
Cuidar un árbol, comprender sus necesidades y sus exigencias, significa también comprender que nuestra propia supervivencia está ligada a las plantas. Al crear un bonsai, uno puede darse cuente, con sorpresa, de que la naturaleza no está al servicio del hombre.

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